Yacía
en el suelo agazapado, ensangrentado, apaleado. Mi boca no dejaba de sangrar,
las muelas, descolocadas, las iba escupiendo junto con terrones de roja tierra.
Apenas podía ver. Esos tipos me reventaron a ostias, suerte que no usaron ningún
filo ¿o si? Tenía tantas dolencias que no era capaz de diferenciar un corte o
punzada entre todos los dolores que se acomodaban en mi cuerpo. Me arrastre
hasta el río, a la orilla del camino, limpie mis heridas, me enjuague la boca,
pero seguí sangrando, parece que no perdía mas sangre que por la boca y nariz,
eso es bueno, bebí agua y caí presa del cansancio.
domingo, 30 de octubre de 2011
lunes, 26 de septiembre de 2011
Dolores y otras sensaciones
No se cuanto tiempo estuve
inconsciente, yacía a la vera de un río débilmente iluminado por la luna, me
dolía todo el cuerpo, la cabeza me ardía, las articulaciones me dolían, mis
ropajes estaban desgarrados y ensangrentados, no recordaba… Alguien me agredió…
no recuerdo nada, ¿Dónde me dirigía? ¿Quien me acompañaba? ¿Me drogaron? ¿que
paso…?
Intentaba incorporarme dando bandazos a uno y otro lado, mientras
me hacia todas esta preguntas, necesitaba salir de aquel agujero con las
primeras luces del alba, pero en el estado en que me encuentro no va a ser fácil. Solo podía apoyarme en un árbol y disfrutar de los dolores que
expiaban mis pecados, fue un bonito amanecer, estoy seguro de que sería difícil
olvidarlo.
Con los primeros rayos de sol me puse en marcha, y pude observar
la escena en la que fui asaltado, si es que fui asaltado... Marcas de carro y
al menos huellas de tres hombres luchando, también encontré jirones de mi ropa
y otro tipo de pieles, uno de los jirones que no me pertenecía, tenía grabada una
pequeña insignia, estaba incompleta no adivinaba que era lo que se dibujaba en
el cuero, las telas estaban llenas de sangre seca y tierra. Pero no logro
recordar más que numerosos golpes. Mientras analizo la escena vislumbro a lo
lejos un carro tirado por un par de burros, ¡es
mi oportunidad! En 15 minutos pasara junto a mi, no quiero que nadie me vea, no
quiero que nadie me reconozca,¡ pero he de salir de aquí maldita sea!
No se donde fue a parar mi daga pero no disponía de ella, mi
cabeza empezó a dar vueltas pero no encontraba solución civilizada a este
apuro, así que empecé a buscar una buena vara, larga y resistente. Junto al río
se encontraba un viejo avellano, así que haciendo muestra de las pocas fuerzas
que me quedaban, tire y retorcí una rama vieja de aquel árbol, la arranque sin
mucha maña, medía en torno a 2 metros, sabía que era mi única forma de escape,
me agazape junto al camino, burdamente escondido en unos arbustos, me tumbe y
dispuse la vara junto a mi, con su extremo mas limpio a la altura de mi cabeza. Ahora podía ver y oír el carromato, parecía de un comerciante,
canturreaba una vieja y popular canción, y se le veía solo, no podía dejar
escapar esta oportunidad, justo cuando estaba pasando a mi altura empuje la
vara y la introduje entre los radios de la rueda, la madera crujió en cuanto la
vara hizo tope, en un segundo saltaba en miles de pedazos, el carromato se
balanceo hacia mi, estuvo a punto de volcar. El mercader distraído con sus canciones no esperaba que le
emboscasen, el fuerte golpe que notó, le lanzo fuera del coche, yo le esperaba
junto al camino, me abalancé sobre él, y empecé a golpearle hasta que quedo
inconsciente, luego le arrastre hacía el río. El día que me encomiende a Dios,
rezaré una oración por aquel infeliz.
No debía demorarme mucho pues
era peligroso y poco conveniente que una patrulla del rey me sorprendiera asaltando un carromato, así
pues examine la despensa del camión, en efecto, disponía de víveres en
abundancia, encontré una daga y ropas limpias, una blusa blanca de una finísima
tela que yo desconocía, y un viejo pantalón, también me hice con una gran capa de un color muy claro pero que me
valía para ocultar mi rostro, mi daga y mis intenciones. Recogí tantos víveres
como pude, solté a los burros, a uno de ellos, el otro lo monte y empecé a
caminar, me desvié ligeramente del camino, para no tropezarme con nadie, y fui
hasta el anochecer caminando junto al río, decidí entonces recuperarme durante
toda la noche y la jornada siguiente, ya que disponía de víveres suficientes.
Empezaba la mañana del tercer día desde el altercado, había comido y
dormido, me sentía fuerte y con ganas de venganza, pero no sabía de quien debía
vengarme. Hice un terrible esfuerzo por saber que había pasado, pero solo me
llegaban a la cabeza imágenes muy difusas de dos o tres hombres golpeándome,
quizá muy bien vestidos para ser unos simples matones. Tampoco recuerdo el como
llegue a la orilla del río ¿conseguí
zafarme de mis agresores? ¿Me dieron por muerto y me dejaron tirado? Es
raro, ya que hasta la fecha, todos los enemigos que he tenido están muertos, he
cuidado de eliminar la descendencia de los mismos y así salvaguardar mi
espalda, no tengo enemigos declarados, ni tierras que me sitúen en una posición
delicada y mi familia… Hace mucho que me quite de en medio.
Pase el día buscando un ¿por
que? Y un ¿quien?, pero no llegue a buen puerto, todo lo que podía hacer era
aventurarme hacia una población cercana en la cual pudiera pasar desapercibido.
Estaba cerca de la costa, me encamine hacía ella a lo largo de toda la noche,
rodee unas pocas aldeas y finalmente llegue a la puerta sur de Llanes…
martes, 13 de septiembre de 2011
LLANES
Llanes, una pequeña población de pescadores y
taberneros, que esta experimentando una
floreciente crecida del comercio, cada
día mas mercaderes vienen aquí para establecerse y poder así comerciar con
puertos de enorme importancia tales como el de Amberes o el de Londres. Gentes
de toda la península vienen a vender sus mercancías y ha comprar todo tipo de
productos. Una ciudad, donde la información fluye a un ritmo vertiginoso por el
elevado intercambio que existe, de intereses, de productos y de personas.
La información entre mercaderes no escasea, he de ser
cuidadoso, tampoco quiero alertar a nadie de mi presencia o de mis intenciones.
No se quien quiso acabar conmigo, ni mucho menos los motivos,
Mientras tanto me refugio en
un hostal de mala muerte, en una zona llena de rameras, no se si podré dormir,
parece que va a estar ajetreado esta noche, en un pueblo de pescadores, no les
faltaran clientes, ya veremos. Descansaré unos
días y me daré una vuelta por el muelle
…Me dejo caer por las lonjas, el olor del pescado
fresco diluye el fuerte aroma ha podrido que emanan las manos y ropajes de
recios pescadores, que yo diría, no conocen el agua dulce. Me dirijo a los
mercaderes con menos genero, ese pescado lleva ya dos días en la lonja, ese
color, ese olor, sin duda no tienen presupuesto para salir cada mañana, es
posible que esta gente sepa como ganarse un sobresueldo...
Son gente robusta, tosca, sus manos dicen que han
estado atando cabos desde los 14 años, además brazos fuertes y peludos, la
cabeza que tiene es asombrosa, extraordinariamente grande, capitaneada por una
cara desdentada, su cabeza, se apoya sobre un cuello inexistente. El pelo
grasiento esta acentuado por el escaso pudor que siente nuestro dependiente a tócaselo
después de manipular cajas y cajas de pescado, podrido.
Entonces me dirige la palabra,
- ¡Eh forastero!
no quiero problemas, si te interesa mi
genero, compra, pero si no lárgate, la gente no se acerca y es por ti
Es fácil desafiar a un mendigo...
-Si nadie se
acerca es por que tu pescado apesta, ¿De que cloaca lo has sacado?
El hombre se envalentona y sale de detrás del puesto,
me encara, me doy cuenta de que es mas grande de lo que creí en un principio,
pero no me intimida, mas sabe el diablo por viejo
- Escucha
amigo, ambos sabemos que usted no vive de la mar, apuesto que no ha subido
siquiera en una barcaza. Ese pescado que vende esta podrido, y no tiene
variedad, seguro a que no sabe dar un buen corte a esas piezas.
- No estoy aquí
para que un sucio y harapiento mendigo me descalifique, y ya he aguantado
demasiado
El empujón que me da es considerable, pero no caigo,
me agarro a su solapa, trato de desequilibrarle, lo que no me cuesta mucho y
cae con todo su peso, por poco me aplasta, pero logro apartarme, desenvaino mi
daga y en un rápido movimiento me planto en su pecho, inmovilizado y
conmocionado acerco mi acero a su cuello, un hilo de sangre resbala hacía mi
muñeca, en su oreja, le susurro:
- No he
venido aquí a hacer amigos, he venido a hacer negocios, y sigo creyendo que
eres el mas indicado
- Esta bien
forastero esta bien, no quería pasarme de listo, ayúdame a levantarme, he
comprobado en mis propias carnes de lo que eres capaz, tienes agallas, nos
veremos mañana a primera hora en la taberna del bueno de Aitor, es un lugar
seguro para hablar de negocios
Mientras le doy la mano y le ayudo a incorporarse...
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